viernes, 30 de abril de 2010

Competencias Básicas (3): ¿Evaluar por contenidos o por competencias?

Podría decirse que el sistema de evaluación es el más fiel exponente del currículo real, es el que de verdad establece las capacidades y contenidos que los alumnos deben adquirir, así como los métodos de trabajo y los estilos de aprendizaje que se adquieren en el aula.

En este sentido no es exagerado decir que la evaluación pone a prueba toda reforma e innovación en el currículo. Como toda tarea compleja en la que intervienen varias personas y que se extiende a lo largo de un amplio período de tiempo, la educación requiere determinar periódicamente el grado en que se van cumpliendo los objetivos previstos, para decidir si hay que continuar con el plan previsto, pasar a una nueva fase, o se requieren medidas correctoras. La evaluación educativa se desdobla, por tanto, en dos apartados estrechamente vinculados: la evaluación del aprendizaje de los alumnos y la del proceso de enseñanza.

En efecto, evaluar en educación significa en primer lugar conocer el grado de progreso alcanzado por los alumnos en relación con los aprendizajes señalados en los objetivos (evaluación sumativa), pero significa también determinar en qué medida la enseñanza (la programación, la metodología didáctica, los materiales utilizados, etc.) ha sido adecuada o no para alcanzar esos objetivos educativos (evaluación cuallitativa). La importancia de estos dos ámbitos de la evaluación es evidente, pero, puesto que el aprendizaje de los alumnos es el fin principal de la educación, la información que el profesor obtenga sobre la evolución de ese aprendizaje ha de tener para él un valor preeminente y constituir el primer criterio para evaluar su propio trabajo de enseñanza.

Uno de los principios pedagógicos en los que se basa el sitema de competencias básicas es que la evaluación ha de entenderse como evaluación formativa, para facilitar el desarrollo en cada individuo de sus competencias de comprensión y de actuación. Pero, ¿cómo llevarlo a la práctica?, ¿evaluando contenidos o competencias?

Ante este dilema cabría hacerse varias preguntas: ¿Para qué debe servir la evaluación y quiénes y cuáles deben ser los sujetos y objetos de estudio? ¿Para comprobar si el alumno ha adquirido conocimientos? ¿Para conocer cómo aprende y analizar sus dificultades?. Para Zabala1, la evaluación debe dirigirse a todo el proceso de enseñanza y no sólo a los resultados. Hay tres variables que intervienen: las actividades que promueve el profesorado, las experiencias que realiza el alumno y los contenidos del aprendizaje.

Atendiendo a la función selectiva tradicional de la escuela, la evaluación se ha desarrollado atendiendo a pruebas escritas diseñadas para ver si los alumnos saben o no con una escala numérica de 0 a 10, y para superar las distintas etapas en el camino hacia la universidad.

La evaluación por competencias supone un cambio profundo respecto del modelo tradicionalmente utilizado en la educación. Resumamos algunas de las ideas clave de la evaluación por competencias:

  1. La simple exposición del conocimiento que tiene un alumno sobre un tema y la capacidad de resolver los problemas estereotipados no son estrategias evaluadoras apropiadas para la evaluación de competencias

  2. Las pruebas escritas aportan una información muy limitada para la mayoría de las competencias

  3. La evaluación por competencias supone que queremos reconocer la capacidad de los alumnos para dar respuesta a situaciones más o menos reales, problemas, cuestiones que tiene muchas posibilidades de llegar a encontrar, aunque es evidente que nunca del mismo modo en que han sido aprendidos.

  4. Dado que las combinaciones de problemas y contextos reales pueden ser infinitas, es lógico que la escuela no pueda prever todas estas situaciones pero sí, en cambio, que puede proporcionar al alumno un método de trabajo sistemático y profundo de selección de aquellos requisitos cuyo conocimiento y dominio van a dotarle de los medios necesarios para que pueda superar situaciones reales en contextos concretos.

  5. Si queremos conocer el grado de aprendizaje de los contenidos conceptuales, utilizaremos pruebas escritas evitando preguntar por reproducción literal de las definiciones .En su lugar diseñaremos pruebas en las que tengan que aplicar los conceptos en la resolución de situaciones y problemas determinados.

  6. Si queremos evaluar los procedimientos, la prueba escrita de “papel y lápiz” debe complementarse con otras fórmulas que permitan comprobar la funcionalidad de los procedimientos, el como utilizarlos en situaciones reales y diversas.

  7. Para poder evaluar competencias es necesario tener datos fiables, lo que requiere el uso de instrumentos y medios muy variados en función de cada competencia.

  8. Dado que cada competencia está compuesta de contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, es necesario identificar los indicadores de logro para cada uno de ellos.

Enseñamos y evaluamos según como lo hemos aprendido. La falta de modelos prácticos de estos principios genera muchas dudas y preguntas en la comunidad educativa : ¿Por qué la pruebas de acceso a la universidad no están basadas en las competencias? ¿Cómo concretar en un informe/boletín la evaluación de un alumno? ¿Es coherente evaluar competencias y realizar las pruebas extraordinarias “de suficiencia”?, etc. Posiblemente sean necesarios cambios progresivos para que estas nuevos modelos de enseñanza aprendizaje lleguen a calar en el sistema educativo modificando tradiciones férreamente arraigados en nuestra sociedad.

1“11 ideas clave. Cómo aprender y enseñar competencias”. Grao, Barcelona 2007, pp. 194-209

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